Abangares: de tierras indígenas a cuna minera con puro corazón guanacasteco
Cuando hablamos de Abangares, no solo hablamos de un cantón más en Guanacaste; hablamos de un lugar que vibra con la mezcla de cultura indígena, historia colonial y ese rollo minero que marcó una época en Costa Rica.
El origen y los primeros habitantes
Todo comenzó mucho antes de que se hiciera famoso por el oro. En la época precolombina, la zona era habitada por indígenas llamados corobicíes, quienes formaban parte de la cultura intermedia de Mesoamérica. Pero por allá por el año 800 d.C., llegaron los chorotegas, un pueblo con raíces mesoamericanas, que desplazaron a los corobicíes para asentarse en la zona y fundaron sus asentamientos.
El nombre de Abangares viene del cacique Avancari, un jefe chorotega que gobernaba esta área. La historia cuenta que en 1522 o 1523, el conquistador español Gil González Dávila llegó a donde vivía Avancari, en un sitio hoy conocido como Abangaritos. Tiempo después, en 1554, los indígenas de los caciques Avancari y Chomes se presentaron ante el corregidor de Nicoya para mostrar lealtad al rey de España. Así empezaba la mezcla de culturas que hoy define a la región.
La fiebre del oro que cambió las llanuras
El giro más duro y legendario llegó en la segunda mitad del siglo XIX. En 1884, apareció Juan Vicente Acosta Cháves, un trabajador de San Ramón que descubrió las primeras vetas de oro en la zona, y bautizó su mina como Tres Hermanos. Este hallazgo aceleró el crecimiento del cantón y lo puso en el mapa como la capital minera de Costa Rica.
En 1887 comenzaron las operaciones serias y, para 1889, empresas extranjeras (principalmente inglesas y estadounidenses) hicieron su aparición, entre ellas la famosa Abangares Gold Fields de Minor Keith —el mismo don Keith conocido por el tren al Atlántico y la bananas— que explotó la riqueza aurífera entre 1890 y 1930. Por esa época, el pueblo que hoy conocemos como Las Juntas nació, llamado así por la unión del río Abangares y la quebrada Piedras.
La vida dura y la lucha de los coligalleros
La minería en Abangares no fue cuento de hadas. El trabajo era duro, exigente y peligroso. Las minas estaban plagadas de problemas: enfermedades, accidentes, condiciones pésimas y supervisión de capataces a veces jamaiquinos que no daban tregua. Esto llevó a la primera huelga obrera del país en 1911, donde los mineros —los famosos coligalleros— tomaron las calles para exigir mejores condiciones.
A pesar de las dificultades, la minería marcó el desarrollo del cantón, que fue pionero en traer electricidad a la zona en 1910 y vio cómo crecía la inmigración de italianos, chinos, libaneses y otras nacionalidades, que aportaron a la cultura, arquitectura y economía local.
Abangares hoy: mezcla de tradición y modernidad
Aunque la minería disminuyó en la mitad del siglo XX, hoy sigue vigente en manos de cooperativas y coligalleros que trabajan los túneles legales bajo contratos legislados hasta 2025. Además de la minería, Abangares destaca por su naturaleza, su gente cálida y su rica historia que se conserva en el Ecomuseo de las Minas y en la literatura local.
Los escritores como Santiago Porras, con sus obras «Avancari» y «Cuentos guanacastecos», se han encargado de contar estas historias que salen del alma minera y sabanera de la región. El cantón es un vivo testimonio de lucha, mezcla cultural y amor por la tierra.
En pocas palabras para el visitante guanacasteco
Si venís para Guanacaste y te querés pegar un viaje de historia, cultura y naturaleza, Abangares es parada obligatoria. Desde los cuentos del cacique Avancari hasta los ecos de los coligalleros en sus minas, pasando por Las Juntas con su sabor tico y su mezcla cultural, este cantón es puro corazón guanacasteco con oro en las venas.
¿Querés ver y oír más de Abangares?
Te recomiendo echarle un ojo al video «Abangares: historias de un pueblo minero» para empaparte bien de este rincón que sigue brillando con todo su legado.
Con esta historia, vos también podés entender porqué Abangares no es solo un nombre en el mapa, sino un lugar con alma, de esos que hay que sentir para saber lo que es ser verdaderamente guanacasteco. ¡Pura vida!