Familia, hagamos un viaje al Guanacaste de antes. Donde el rugir de los toros se mezclaba con las risas de los cipotes jugando trompo en patios de tierra, y donde la única pantalla que existía era el cielo azul de la sabana. Estos juegos no eran solo entretenimiento: eran el alma de una provincia que vivía con las manos en el suelo y el corazón en la tradición.
El Trompo: El Baile de la Madera Guanacasteca
No era solo un juguete: era un trofeo tallado en guayacán por manos expertas. Los cipotes de Bagaces y Santa Cruz competían en duelos épicos bajo la sombra de los árboles de mango, donde el ganador no era quien tenía el trompo más bonito, sino quien dominaba el ‘vuelo del zopilote’ (truco para lanzarlo en picada).
Cómo se jugaba:
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Se enrollaba la pita desde la punta metálica hasta la mitad.
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Se lanzaba con un giro certero sobre la tierra compacta.
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Los trucos incluían mantenerlo girando en la palma de la mano o sacar monedas o los mismos trompos de un círculo dibujado en el suelo («a la pasa-raya»).
Bolinchas o Chibolas: El Arte de la Estrategia Criolla
Las canicas de vidrio no eran simples bolitas: eran monedas de un mercado infantil donde se negociaban victorias. En Nicoya, los hoyitos se hacían con la punta de un machete pequeño, y el premio era el orgullo de ser el ‘jefe del gua’.
Modalidades:
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«El gua»: Un solo hoyo donde había que embocar para ganar las bolinchas del rival.
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«Seis hoyos»: Un circuito que probaba puntería y paciencia.
- «Todas al circulo»: Se ponían todas en un circulo las que se iban a apostar y se hacían lanzamientos para sacarlas..
Carrera de Sacos: Caerse Era Parte de la Diversión
Los sacos de gangoche olían a maíz y sudor. En las fiestas de Cañas, los adultos se unían a los niños, y las caídas eran tan celebradas como las victorias. ¿Sabías que este juego llegó con los españoles y se quedó para siempre en las haciendas?
Dato curioso:
Los sacos eran los mismos que se usaban para almacenar frijoles o maíz. ¡Nada se desperdiciaba!
Montadera de Bagaces: Cuando los Niños Imitaban a los Sabaneros
Aquí no se jugaba a ser superhéroes: se jugaba a ser toreros. Los niños de Bagaces usaban sombreros de paja y fustas de cuero, transformando los corrales en ruedos improvisados. Era un entrenamiento no escrito para la vida vaquera.
Reglas no escritas:
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El que aguantaba más tiempo «montado» en un tronco o compañero era el campeón.
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Las niñas también participaban, imitando a las «montadoras» de las fiestas patronales.
La Gallinita Ciega y las Escondidas: Juegos de Noche de Luna
En las noches calurosas, cuando no había luz eléctrica, los cipotes inventaban versiones locales de estos juegos:
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Gallinita ciega: Se cantaba «¿Qué se te perdió en el monte?» en vez de la versión tradicional.
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Escondidas: Los establos y los árboles de nance eran los mejores escondites.
Reflexión Final
Estos juegos no murieron: se escondieron en la memoria de los abuelos, en los patios de las escuelas rurales, y en festivales como GuanacasteArte. Son más que nostalgia: son un llamado a que los cipotes de hoy sientan el calor de la tierra bajo sus pies, no solo el frío del cristal de una pantalla.
¡Uyuyuy, bajura! ¿Cuántos de estos juegos podrías enseñarle a un niño hoy?